La capacidad de comunicarnos con amor

En un mundo donde las palabras pueden sanar o herir, aprender a comunicarnos con amor y asertividad no es solo una habilidad, sino una vía sagrada hacia la conexión real. A menudo creemos que hablar claro es suficiente, pero Un Curso de Milagros nos recuerda que toda comunicación verdadera nace del amor, no del miedo. No se trata solo de lo que decimos, sino del estado interno desde el cual lo decimos. ¿Estoy reaccionando o estoy eligiendo conscientemente amar en mi manera de expresarme?

Hablar con amor no significa evitar lo incómodo ni disfrazar la verdad con flores. Significa tener el coraje de ser honestos desde la compasión, sin atacar ni defendernos. Significa que nuestras palabras nacen de un deseo de unir, no de separar. La asertividad, en su forma más pura, es ese equilibrio donde no me anulo ni aplasto al otro. Es reconocer mi valor y también el del otro. Desde esta mirada, cada conversación se convierte en una oportunidad para recordar quiénes somos: seres que pueden expresarse sin herirse.

La clave para lograrlo está en estar presentes. Observar qué emoción nos habita antes de hablar. Respirar antes de responder. Pedir ayuda al Espíritu Santo para que nuestras palabras sean un vehículo de luz, no de sombra. Cuando nos alineamos al amor, incluso los desacuerdos se convierten en terreno fértil para la sanación. Porque no se trata de ganar discusiones, sino de construir puentes.

Comunicarnos con amor y un lenguaje asertivo transforma nuestras relaciones, pero sobre todo nos transforma a nosotros mismos. Nos ayuda a vivir con coherencia, a decir lo que sentimos sin cargarlo de juicios, y a escuchar desde el corazón. Es un acto de humildad, de apertura y de fe. En un tiempo donde el grito, la ironía y la indiferencia dominan muchas interacciones, elegir hablar desde el amor es un acto revolucionario.

Y cuando lo hacemos, algo cambia. Porque la energía detrás de nuestras palabras no pasa desapercibida. El otro lo siente. Nosotros lo sentimos. Y el milagro ocurre: dejamos de defendernos y empezamos a entendernos. Y así, poco a poco, regresamos a la única conversación que realmente importa: la del alma con el amor que la creó.

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